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Buscando camino, campo a través: para entender un mundo al revés

sábado, 29 de octubre de 2016

Bécquer: el maestro de la imagen poética

Gustavo Adolfo Bécquer es un autor español romántico, a quien, bien un motivo meramente cronológico (1836-1870), bien uno literario, que se refiere a su intensidad lírica "contemporánea", le sitúan al final de este movimiento.

De hecho, la generación de Bécquer vivió entre los ecos de los versos de Zorrilla y Espronceda, representantes del romanticismo altisonante; pero ya desde los años 50, se iba desarrollando una cierta reacción a la actitud vitalista del romanticismo español, gracias al acercamiento del mundo cultural español a la literatura romántica alemana, con su mundo hecho de sueños y visiones (en particular, Heine) que ponen el acento sobre la realidad subjetiva, sobre la expresión por medio de un tono íntimo y conciso, pero intenso.

Las traducciones de los alemanes que circularon en aquel período junto a su sensibilidad personal, pictórica y musical, le facilitarán a Bécquer una creación lírica que, descubriendo el caos, lo irracional, la falta de coherencia entre los pensamientos y, por consiguiente, entre las palabras que deberían expresarlos, anticipa el simbolismo francés que llevará al surrealismo.

La obra poética de Bécquer, al superar la estridente sonoridad de la poesía romántica española, la convierte, en un ambiente literario ya maduro y hondo gracias a las influencias que le llegan desde Europa (sus referencias son Goethe, Shiller, Uhland, Heine), en una expresión simple pero vibrante, "un acorde que se arranca de un arpa, y se quedan las cuerdas vibrando con un zumbido armonioso": el camino que lleva a la lírica contemporánea.

Esto es lo que escribe en su Prólogo a la Soledad de Augusto Ferrán, desvelando su idea de poesía
Hay una poesía magnífica y sonora....Hay otra natural, breve, seca, que brota del alma como una chispa eléctrica, que hiere el sentimiento con una palabra y huye, y desnuda de artificio, despierta, con una que las toca, las mil ideas que duermen en el océano sin fondo de la fantasía.
Y esto escribe para referirse a la gran labor del poeta para encontrar la expresión poética adecuada, una tarea "imposible" porque "¿cómo la palabra, cómo un idioma grosero y mezquino, insuficiente a veces para expresar las necesidades de la materia, podrá servir de digno intérprete entre dos almas?":
cuando siento no escribo, guardo sí en mi cerebro escritas las impresiones que han dejado en él su huella al pasar...
puro, tranquilo, sereno y revestido de un poder sobrenatural, mi espíritu las evoca y cruzan otra vez como en una visión luminosa....entonces no siento ya con los nervios que se agitan; escribo como el que copia de una página escrita; dibujo, como el pintor que reproduce el paisaje que se dilata ante sus ojos y se pierde entre la bruma del horizonte ...

Bécquer, pues, escribe sabiendo que se trata de una palabra insuficiente, un balbuceo, un atisbo, que sólo puede hacernos entre ver la inmensidad del mensaje que quiere comunicar. Efectivamente, el análisis de las imágenes poéticas de Bécquer lleva a identificar un tipo de imagen sintética - ese atisbo, esa pincelada, esa imagen intensa y vibrante - como la más usada; ya no se trata de una relación entre dos términos claramente expresados mediante un nexo (como) o una cópula (ser), sino de la evocación de algo mediante sus características o sus acciones, ante la expresión directa del llamado "segundo término de comparación". 

Yo sé un himno gigante y extraño que anuncia en la noche del alma una aurora ....


Es la imagen que más propiamente produce una "anomalía semántica" que se derivaría de la violación de determinadas reglas de selección que deciden las combinaciones de palabras (por ejemplo, en la frase "el sol ríe" la metófora nace de la violación de la pertenencia a lo humano de parte del verbo que es una de las restricciones de selección del verbo reír). 

Y estas imágenes sintéticas, sencillas y evocadoras son el núcleo de la poética de Bécquer junto al mundo semántico "crepscular", hechos de tenues luces y rastros de rayos, de tules y velos, y junto a una estructura formal popular que gira en torno a paralelismos internos y externos, que hacen que sus poemas se parezcan a verdaderos valses.


RIMA VII


Del salón en el ángulo oscuro, 
de su dueña tal vez olvidada, 
silenciosa y cubierta de polvo 
veíase el arpa. 

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas 
como el pájaro duerme en las ramas, 
esperando la mano de nieve 
que sabe arrancarlas! 

¡Ay! pensé; ¡cuántas veces el genio 
así duerme en el fondo del alma, 
y una voz, como Lázaro, espera 
que le diga: «¡Levántate y anda!».




RIMA XLI


Tú eras el huracán, y yo la alta 
torre que desafía su poder. 
¡Tenías que estrellarte o que abatirme...! 
¡No pudo ser! 

Tú eras el océano; y yo la enhiesta 
roca que firme aguarda su vaivén. 
¡Tenías que romperte o que arrancarme...! 
¡No pudo ser! 

Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados 
uno a arrollar, el otro a no ceder; 
la senda estrecha, inevitable el choque... 
¡No pudo ser!


RIMA II


Saeta que voladora 
cruza, arrojada al azar, 
y que no se sabe dónde 
temblando se clavará; 

hoja que del árbol seca 
arrebata el vendaval, 
sin que nadie acierte el surco 
donde al polvo volverá; 

gigante ola que el viento 
riza y empuja en el mar, 
y rueda y pasa, y se ignora 
qué playa buscando va; 

luz que en cercos temblorosos 
brilla, próxima a expirar, 
y que no se sabe de ellos 
cuál el último será; 

eso soy yo, que al acaso 
cruzo el mundo sin pensar 
de dónde vengo ni a dónde 
mis pasos me llevarán.


RIMA III


Memorias y deseos 
de cosas que no existen; 
accesos de alegría, 
impulsos de llorar. 

Actividad nerviosa 
que no halla en qué emplearse; 
sin riendas que le guíen, 
caballo volador. 

Locura que el espíritu 
exalta y desfallece, 
embriaguez divina 
del genio creador... 
Tal es la inspiración. 

Gigante voz que el caos 
ordena en el cerebro 
y entre las sombras hace 
la luz aparecer. 

Brillante rienda de oro 
que poderosa enfrena 
de la exaltada mente 
el volador corcel. 

Hilo de luz que en haces 
los pensamientos ata; 
sol que las nubes rompe 
y toca en el zenít. 

Inteligente mano 
que en un collar de perlas 
consigue las indóciles 
palabras reunir. 

Armonioso ritmo 
que con cadencia y número 
las fugitivas notas 
encierra en el compás. 

Cincel que el bloque muerde 
la estatua modelando, 
y la belleza plástica 
añade a la ideal. 

Atmósfera en que giran 
con orden las ideas, 
cual átomos que agrupa 
recóndita atracción. 

Raudal en cuyas ondas 
su sed la fiebre apaga, 
oasis que al espíritu 
devuelve su vigor... 
Tal es nuestra razón. 

Con ambas siempre en lucha 
y de ambas vencedor, 
tan sólo al genio es dado 
a un yugo atar las dos.



RIMA VIII 


Cuando miro el azul horizonte 
perderse a lo lejos, 
al través de una gasa de polvo 
dorado e inquieto, 
me parece posible arrancarme 
del mísero suelo 
y flotar con la niebla dorada 
en átomos leves 
cual ella deshecho. 

Cuando miro de noche en el fondo 
oscuro del cielo 
las estrellas temblar como ardientes 
pupilas de fuego, 
me parece posible a do brillan 
subir en un vuelo 
y anegarme en su luz, y con ellas 
en lumbre encendido 
fundirme en un beso. 

En el mar de la duda en que bogo 
ni aun sé lo que creo; 
sin embargo estas ansias me dicen 
que yo llevo algo 
divino aquí dentro.


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