Gustavo Adolfo Bécquer es un autor español romántico, a quien, bien un motivo meramente cronológico (1836-1870), bien uno literario, que se refiere a su intensidad lírica "contemporánea", le sitúan al final de este movimiento.
De hecho, la generación de Bécquer vivió entre los ecos de los versos de Zorrilla y Espronceda, representantes del romanticismo altisonante; pero ya desde los años 50, se iba desarrollando una cierta reacción a la actitud vitalista del romanticismo español, gracias al acercamiento del mundo cultural español a la literatura romántica alemana, con su mundo hecho de sueños y visiones (en particular, Heine) que ponen el acento sobre la realidad subjetiva, sobre la expresión por medio de un tono íntimo y conciso, pero intenso.
Las traducciones de los alemanes que circularon en aquel período junto a su sensibilidad personal, pictórica y musical, le facilitarán a Bécquer una creación lírica que, descubriendo el caos, lo irracional, la falta de coherencia entre los pensamientos y, por consiguiente, entre las palabras que deberían expresarlos, anticipa el simbolismo francés que llevará al surrealismo.
La obra poética de Bécquer, al superar la estridente sonoridad de la poesía romántica española, la convierte, en un ambiente literario ya maduro y hondo gracias a las influencias que le llegan desde Europa (sus referencias son Goethe, Shiller, Uhland, Heine), en una expresión simple pero vibrante, "un acorde que se arranca de un arpa, y se quedan las cuerdas vibrando con un zumbido armonioso": el camino que lleva a la lírica contemporánea.
Esto es lo que escribe en su Prólogo a la Soledad de Augusto Ferrán, desvelando su idea de poesía:
Hay una poesía magnífica y sonora....Hay otra natural, breve, seca, que brota del alma como una chispa eléctrica, que hiere el sentimiento con una palabra y huye, y desnuda de artificio, despierta, con una que las toca, las mil ideas que duermen en el océano sin fondo de la fantasía.
Y esto escribe para referirse a la gran labor del poeta para encontrar la expresión poética adecuada, una tarea "imposible" porque "¿cómo la palabra, cómo un idioma grosero y mezquino, insuficiente a veces para expresar las necesidades de la materia, podrá servir de digno intérprete entre dos almas?":
cuando siento no escribo, guardo sí en mi cerebro escritas las impresiones que han dejado en él su huella al pasar...
puro, tranquilo, sereno y revestido de un poder sobrenatural, mi espíritu las evoca y cruzan otra vez como en una visión luminosa....entonces no siento ya con los nervios que se agitan; escribo como el que copia de una página escrita; dibujo, como el pintor que reproduce el paisaje que se dilata ante sus ojos y se pierde entre la bruma del horizonte ...
Bécquer, pues, escribe sabiendo que se trata de una palabra insuficiente, un balbuceo, un atisbo, que sólo puede hacernos entre ver la inmensidad del mensaje que quiere comunicar. Efectivamente, el análisis de las imágenes poéticas de Bécquer lleva a identificar un tipo de imagen sintética - ese atisbo, esa pincelada, esa imagen intensa y vibrante - como la más usada; ya no se trata de una relación entre dos términos claramente expresados mediante un nexo (como) o una cópula (ser), sino de la evocación de algo mediante sus características o sus acciones, ante la expresión directa del llamado "segundo término de comparación".
Yo sé un himno gigante y extraño que anuncia en la noche del alma una aurora ....
Es la imagen que más propiamente produce una "anomalía semántica" que se derivaría de la violación de determinadas reglas de selección que deciden las combinaciones de palabras (por ejemplo, en la frase "el sol ríe" la metófora nace de la violación de la pertenencia a lo humano de parte del verbo que es una de las restricciones de selección del verbo reír).
Y estas imágenes sintéticas, sencillas y evocadoras son el núcleo de la poética de Bécquer junto al mundo semántico "crepscular", hechos de tenues luces y rastros de rayos, de tules y velos, y junto a una estructura formal popular que gira en torno a paralelismos internos y externos, que hacen que sus poemas se parezcan a verdaderos valses.
RIMA VII
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay! pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: «¡Levántate y anda!».
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
¡Ay! pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: «¡Levántate y anda!».
RIMA XLI
Tú eras el huracán, y yo la alta
torre que desafía su poder.
¡Tenías que estrellarte o que abatirme...!
¡No pudo ser!
Tú eras el océano; y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén.
¡Tenías que romperte o que arrancarme...!
¡No pudo ser!
Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque...
¡No pudo ser!
torre que desafía su poder.
¡Tenías que estrellarte o que abatirme...!
¡No pudo ser!
Tú eras el océano; y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén.
¡Tenías que romperte o que arrancarme...!
¡No pudo ser!
Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque...
¡No pudo ser!
RIMA II
Saeta que voladora
cruza, arrojada al azar,
y que no se sabe dónde
temblando se clavará;
hoja que del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde al polvo volverá;
gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y se ignora
qué playa buscando va;
luz que en cercos temblorosos
brilla, próxima a expirar,
y que no se sabe de ellos
cuál el último será;
eso soy yo, que al acaso
cruzo el mundo sin pensar
de dónde vengo ni a dónde
mis pasos me llevarán.
cruza, arrojada al azar,
y que no se sabe dónde
temblando se clavará;
hoja que del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde al polvo volverá;
gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y se ignora
qué playa buscando va;
luz que en cercos temblorosos
brilla, próxima a expirar,
y que no se sabe de ellos
cuál el último será;
eso soy yo, que al acaso
cruzo el mundo sin pensar
de dónde vengo ni a dónde
mis pasos me llevarán.
RIMA III
Memorias y deseos
de cosas que no existen;
accesos de alegría,
impulsos de llorar.
Actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse;
sin riendas que le guíen,
caballo volador.
Locura que el espíritu
exalta y desfallece,
embriaguez divina
del genio creador...
Tal es la inspiración.
Gigante voz que el caos
ordena en el cerebro
y entre las sombras hace
la luz aparecer.
Brillante rienda de oro
que poderosa enfrena
de la exaltada mente
el volador corcel.
Hilo de luz que en haces
los pensamientos ata;
sol que las nubes rompe
y toca en el zenít.
Inteligente mano
que en un collar de perlas
consigue las indóciles
palabras reunir.
Armonioso ritmo
que con cadencia y número
las fugitivas notas
encierra en el compás.
Cincel que el bloque muerde
la estatua modelando,
y la belleza plástica
añade a la ideal.
Atmósfera en que giran
con orden las ideas,
cual átomos que agrupa
recóndita atracción.
Raudal en cuyas ondas
su sed la fiebre apaga,
oasis que al espíritu
devuelve su vigor...
Tal es nuestra razón.
Con ambas siempre en lucha
y de ambas vencedor,
tan sólo al genio es dado
a un yugo atar las dos.
RIMA VIII
Cuando miro el azul horizonte
perderse a lo lejos,
al través de una gasa de polvo
dorado e inquieto,
me parece posible arrancarme
del mísero suelo
y flotar con la niebla dorada
en átomos leves
cual ella deshecho.
Cuando miro de noche en el fondo
oscuro del cielo
las estrellas temblar como ardientes
pupilas de fuego,
me parece posible a do brillan
subir en un vuelo
y anegarme en su luz, y con ellas
en lumbre encendido
fundirme en un beso.
En el mar de la duda en que bogo
ni aun sé lo que creo;
sin embargo estas ansias me dicen
que yo llevo algo
divino aquí dentro.
LEER TODOS LOS POEMAS AQUí
perderse a lo lejos,
al través de una gasa de polvo
dorado e inquieto,
me parece posible arrancarme
del mísero suelo
y flotar con la niebla dorada
en átomos leves
cual ella deshecho.
Cuando miro de noche en el fondo
oscuro del cielo
las estrellas temblar como ardientes
pupilas de fuego,
me parece posible a do brillan
subir en un vuelo
y anegarme en su luz, y con ellas
en lumbre encendido
fundirme en un beso.
En el mar de la duda en que bogo
ni aun sé lo que creo;
sin embargo estas ansias me dicen
que yo llevo algo
divino aquí dentro.
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