Blog de lengua, cultura y literatura

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domingo, 22 de mayo de 2016

Hernández: el poeta pastor, el poeta soldado

Miguel Hernández, según Damaso Alonso, fue un “genial epígono", una síntesis del panorama literario de las primeras décadas del siglo XX es un cruce de caminos donde confluyen en muy pocos años Posromanticismo, Parnasianismo, Simbolismo, Modernismo, Vanguardias y Generación del 27. Su inteligencia y su poder de captación harán que sea capaz de asimilar todo lo anterior, anunciando la Generación sucesiva, la del 36.

Sus poemas de la naturaleza, del amor, del verso puro y pulido, luego del compromiso social y de la cárcel, representan un hito de la poesía española contemporánea.

En la etapa amorosa, una poesía vital, intimista y pasional, marcará su segundo libro, El rayo que no cesael tema central de este libro es el amor como destino trágico del hombre, y en él se mezclan influencias clásicas, como la de Garcilaso o Quevedo, y vanguardistas, como las de sus amigos Neruda y Aleixandre, en una estructura muy cerrada como es el soneto, que no es la única pero sí la más utilizada.

En Me tiraste un limón y tan amargo, el limón es la metáfora del pecho femenino, el limón es amargo, ácido, frío; la picuda pena es el deseo de poseer a la amada, reprimido por ella; ansiosa calentura en lenguaje popular es la excitación sexual; la sangre (símbolo de pasión sexual) se le enfría porque la fuerza de la pasión es reprimida. Se siente culpable de sus eróticos pensamientos, frente a la pureza santa de ella:

Me tiraste un limón y tan amargo,
con una mano rápida y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y probé su amargura sin embargo.


Con el golpe amarillo, de un letargo
pasó a una desvelada calentura
mi sangre, que sintió la mordedura
de una punta de seno, duro y largo.

Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi torpe malicia tan ajena,

se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.


Tras el Golpe de Estado del 18 de julio de 1936, Miguel Hernández consolida su postura ideológica y social, se afilia al Partido Comunista y se alista como voluntario en el Quinto Regimiento del bando republicano, recorriendo los frentes de Madrid, Andalucía, Extremadura y Aragón. Es nombrado comisario de cultura y se convierte en el poeta de la guerra. Escribe entonces su poesía más comprometida y solidaria, escribe poemas que se reparten entre los soldados.

Los libros de esta época son Viento del pueblo y El hombre acecha.

El primero es un libro de tono épico y popular, como corresponde a una poesía escrita en poco tiempo que debe ser fácilmente comprendida, y está marcado por el optimismo y la esperanza de ganar la guerra. El poeta se siente la voz del sentir colectivo y su misión es la de pasar, como el viento del pueblo:

ACEITUNEROS

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma, ¿quién,
quién levantó los olivos?

No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.

Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.

Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma ¿quién
quién amamantó los olivos?

Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.

No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.

Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.

¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?

Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.

Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.


VIENTOS DEL PUEBLO ME LLEVAN

Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.

Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.

Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.


El hombre acecha, dedicado a Pablo Neruda, es un libro marcado por el dolor y la desesperanza ante la inminente derrota del bando republicano en la Guerra Civil. El libro iba a ser publicado en 1939, pero la edición fue destruida por las tropas franquistas y solo se conservaron dos copias sin encuadernar. Consta de diecinueve poemas, con un tono más intimista y donde van ganando importancia los endecasílabos y alejandrinos sobre los versos más cortos.

Sin embargo, el dolor y la muerte se convierten en temas centrales en su libro póstumo, Cancionero y romancero de ausencias. Los poemas allí recogidos los comenzó a escribir en octubre de 1938, entre rejas, en ocasiones valiéndose tan sólo de un trozo de papel higiénico, a falta de un cuaderno u hojas de papel sueltas, tras conocer la noticia de la muerte de su primer hijo. Llegan hasta sus últimos días de vida en 1942. En ellos está presente el amor y, sobre todo, el dolor y la muerte.

TRISTES GUERRAS

Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.

Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.


Éste es el último poema perteneciente al “Cancionero y romancero de ausencias”, es de 1939:



NANAS DE CEBOLLA

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre
escarchaba de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma, al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol,
porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
y el niño como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.




Aparece la ausencia de la esposa y del hijo y la presencia de la prisión del hambre para ellos. Pero Hernández escribe ya un poema de compromiso que ahora es hacia su hijo, hacia el futuro que ha depositado en él: su risa es su victoria, su esperanza, su libertad.
Desaparece el compromiso político porque ahora es sobre el hombre, sobre lo más elemental y humano, sobre lo que Miguel Hernández deposita su último compromiso social, convertido en universal.
En 1942, Miguel Hernández cae gravemente enfermo, y muere en el reformatorio de adultos de Alicante. Nanas de la cebolla, y los demás poemas que componen este libro, son, por tanto, los últimos que el poeta alcanzó a escribir en los concluyentes (y dolorosos) años de su vida.




créditos: 

Recopilación sacada de Antología poética de Miguel Hernández - 2º de bachillerato. Curso 2012/13
Departamento de Lengua y Literatura
IES Infante Don Juan Manuel (Murcia)

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